Un recién nacido tiene el 25% del peso del cuerpo en la cabeza, y la musculatura de su cuello no tiene todavía la fortaleza suficiente para sujetarla. Los hombros además, son muy estrechos.
Si a un bebé lo colocamos mirando en sentido de la marcha y lo sujetamos a la silla con arneses, su cabeza va a salir despedida con mucha fuerza en caso de accidente y sus frágiles cervicales no van a ser capaces de retenerla.
La elongación que se puede producir en el cuello del bebé puede llegar a ser de más de 5cm, y es evidente que las lesiones que se generan pueden ser gravísimas. Si al mismo niño lo colocamos en sentido contrario a la marcha, en caso de accidente la cabeza y la espalda se van apoyar en el respaldo de la silla y la energía del impacto se va a disipar en un área muy grande. La función del arnés en este caso será la de evitar que el niño salga de la silla en el movimiento de rebote, que es únicamente el 26% del total.
Lo que se pretende con la silla a contramarcha es dar tiempo a que la cabeza del bebé pierda peso en comparación con el cuerpo, a que la musculatura de su cuello se refuerce y a que los hombros ganen tamaño como para alojar el cinturón de seguridad del automóvil.